Gabriel Chaile en el Ondulatorio – Un fan de la imagen

Gabriel Chaile es escultor,  clase 1985, nació en Tucumán y hoy vive desde hace casi nueve años en Buenos Aires.  Este mes llegó a La Rioja para estar en la segunda edición de El Ondulatorio (19,20,21 de enero) un encuentro que conjuga arte y cultura que se realiza en Jagüé, un pueblo pre cordillerano.

Allí se encuentra para la instalación de una escultura en forma de horno, que tendrá claro, no solo un fin estético sino también funcional y que además será de uso y propiedad colectiva para todo el pueblo.

De esto, sus orígenes, el norte, el arte y algo más conversamos en esta nota con él.

 

Gabriel Chaile contactándose con La Rioja, cerca de Talampaya. #escultortucumano

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Tus orígenes son diversos. ¿Cómo influye eso en lo que haces a nivel artístico?

Soy tucumano, nací en una familia de orígenes diversos, mi abuela era descendiente de la tribu candelaria, pero no la conocí y mi abuelo era español. Por otro lado, los padres de mi abuela paterna vinieron de San Pablo,  de orígenes afro; y mi abuelo paterno es de Tafí del Valle, de Tucumán.

Mi apellido tiene un origen árabe pero en realidad todos tiene rasgos aborígenes y pareciera ser una cosa impuesta. Entonces toda esa mezcla está en mi familia.

A mí siempre me interesó mucho mi ascendencia y empecé a averiguar preguntando, me interesaba saber. Me gusta mucho la forma y siempre que veo a alguien trato de ver de qué origen es.

Es una influencia en mi modo de trabajar. Yo soy escultor y siempre estoy atento a la forma y me gusta ir atrás de eso. ¿Qué pasa atrás de este celular?-mientras señala uno a la vista- Por darte un ejemplo. Porque este diseño y no otro.

Mi trabajo está atravesado por ese proceso analítico y antropológico porque me interesa entender.

Leí también, en una entrevista, que dijiste que tus padres son “protestantes, analfabetos y peronistas”, ¿es así? ¿Cómo viviste eso?

Mis padres no tuvieron la posibilidad de estudiar, son gente muy de campo adentro que es otro universo, otro tiempo y otra visión de futuro. Cuando estudias la modernidad te das cuenta que eso sucede aun en ciertos lugares.

Claramente eso también es una influencia para mi modo de pensar. Me volví adicto a las imágenes porque veía que mis viejos entendían e interpretaban el mundo solo a través de imágenes. Y eso me parecía una locura: cómo manejarte en tu vida adulta con tramites, burocracia y solo por imágenes.

Aparte, me crie en una religión protestante donde las imágenes no se veneran,  eso también lo tomo como una gran influencia. Creo que todo el noroeste argentino es muy católico. Y mi familia protestante era una rareza en el barrio, todos mis amigos eran católicos y cada vez que iba a sus iglesias me parecían maravillosas: los colores, los santos, yo no entendí aporque se arrodillaban y esas cosas y ahí empecé a entender las imágenes en función de la historia del arte. La institución sabe manejar muy bien y lo sabe manejar, con eso supo educar y muchas cosas más. Yo en ese momento de chico no entendí eso pero sabía que pasaba algo fuerte, por un lado subyugador pero al mismo tiempo perverso.

La decisión política de mis padres también, familia obrera, interesada en la política en determinados gestos depositados en una persona, en este caso el peronismo. Ellos vivieron el peronismo histórico, tanto mis abuelos como mis padres.

¿En qué momento elegiste el arte para tu vida?

Yo no me recibí de licenciado, lo deje en el último año, de hecho estaba a punto de recibirme y me gané una beca para ir a Buenos Aires. Como que nunca busque el título, me gustaba la información que me daba la universidad porque quería formarme como artista, pero bueno un licenciado no es artista.

En ese momento no sabía mucho pero sí que quería dedicarme a esto completamente. Una de las primeras veces que tuve ganas de ser artista fue la primera vez que vi un video de Michael Jackson,  que duraba como diez minutos y que para mí era una re película. Imagínate un niño viendo un video de diez minutos, creo que Smooth Criminal, era increíble la puesta.

Tenía todo: imagen, sonido, baile, destreza. Era encantador y también me paso con algún tipo de película que vi sobre un pintor de chico

Pero fue una decisión tomada, desde chico sé que quería ser artista, no sabía que era bien pero me quería dedicar a eso y después como que fue tomando forma.

También me siento atravesado por la teología.  Ahora que lo pienso es casi como un acto de creencia: el arte y la teología.

Fue una decisión de chico y la gente que me rodea, recuerdo una maestra muy bien, que ella seguro no se debe acordar de mí. Risas. Esa gente que está ahí y te abre un universo yo estaba encantado que me había enseñado a hacer claro oscuro y a darle volumen al dibujo. Para mí eso era maravilloso. Después me di cuenta que también el arte tiene situaciones alrededor que son académicas y profesionales de las cuales cuidarse, pero como cualquier vida profesional.

De ese modo me conecté y hoy  sigo en esto.

En tu obra Patricia, presentada en el Museo de Arte Moderno, había una playlist que reproducía temas que iban “desde Bowie hasta Atahualpa” ¿cómo fue esa selección?

Esa play la armé yo, detrás de Patricia había una instalación relacionada a los elementos de la construcción, del trabajo en obra. Había armado un andamiaje y un parlante sobre le había un vaso con un sonido muy bajito y la misma listas de canciones con los bajos altos. Tenías que acercarte mucho para escuchar la canción.

La música me sirve mucho. A todos me parece que nos pasa. Nos traslada en el tiempo, a recordar, te conecta. Es una de las disciplinas más misteriosas dentro del arte. La imagen, de la que yo soy muy fan, te puede llegar  a pedir permiso. Podes cerrarlos ojos.  La música tiene eso de que no pregunta, te invade. Si tu vecino tiene un parlante estas en esa, aunque no quieras.

Eso me parece algo que todavía no entiendo y en  esa obra arme una lista muy variada. Tiene que ver con mi eclecticismo. Siempre que me encuentro con gente muy fan de la música después charlando más profundo escuchan más música de la que dicen escuchar de un solo género, eso me parece que está bueno a nivel de apertura, no solo con la música.

En esa obra estaban presentes elementos de albañilería. ¿Porque?

Mi trabajo está vinculado a una situación antropológica de entender cosas nuestras. Siempre me acerqué y me tomé a mí como objeto de estudio a nivel visual y ahí aparecen un montón de cosas.

Siempre tome primero lo más cercano y eso era la vida obrera. Lo tomo de ahí. Trabajo con barro, horno, vi esas imágenes las consumí mi vieja haciendo pan toda su vida en horno de barro.

Mi viejo siendo albañil, llegando tarde, no durmiendo descansando poco trabajando mucho. Todas situaciones que me interesa tomarlas formalmente como visualmente. Y hablar sobre eso que no sucede en el mainstream de la sociedad y que está ahí, tiene que ver con la vida de lugares no visibilizados o de mucha participación. Eso me gusta.

¿Los materiales que usas siempre se vinculan a ese imaginario?

No, también  incluyo cosas que consumo hoy.  No solo lo del pasado. Te mentiría si todavía tengo un horno de barro porque no lo tengo.

Por solo dar un ejemplo, me interesa el universo de la animación y lo incluyo.  Trato de no descartar nada que consuma.

Si se mira bien, la escultura que llevo al Ondulatorio parece un dibujo animado. Aunque  tiene reminiscencia de la cultura candelaria, no dejó de pensar en eso que también tiene q ver con mi presente.

¿Cómo llegaste a saber y viajar para estar presente en el Ondulatorio?

Nunca me imaginé que iba a hacer algo en La Rioja y si era algo pensaba un museo, no algo más profundo. Lo que paso fue que Patricia (Aballay, organizadora del evento) vio la obra Patricia en el Museo de Arte Moderno en Buenos Aires y se ve que conectaron (Risas). Ella se comunicó con Carlos (Ruiz, también organizador), quien me habló para invitarme.

Yo trataba de entender la propuesta, ya que era todo por teléfono y en un momento me dijo algo clave, que hizo que yo me dijera si quiero ir, no importa cuándo ni cómo.

“Nos gustaría que haya una escultura para el pueblo, que sea de todos y ellos la cuiden. Que sea utilitaria”. Venia pensando en la metáfora de la utilidad del arte y eso me pareció increíble

Esto me pareció una oportunidad. Tener que hacer algo que funcione y a la vez que sea una escultura me puso en una situación nueva. Vivo delo que hago y suelo vender mis piezas que terminan en colecciones privada, que a mí me sirve, pero que una obra sea de muchos es otra cosa. Que no haga culto a la personalidad, a la figura del artista. Esa propuesta rompía con todo eso que yo puedo estar acostumbrado

Le decía a los chicos con los que vine y me están ayudando que nunca trabaje de esta manera, que vamos de amigo en amigo que te da el alambre, la amoladora, el aserrín, otro pone los hierros. Generalmente yo hago un presupuesto a tal institución y me bajan ese dinero o no.

Y aquí es sentir que el otro se involucra realmente. Es algo loco para el arte y para mi totalmente novedoso y lo estoy viviendo muy bien. Tengo mucha intriga por ir al pueblo y ver qué sucede.

Pienso siempre en imágenes, mientras estábamos haciendo la escultura yo deliraba con la forma visual, las puertas del horno al cuidado de la relación estética.  Y de repente el herrero me dijo ¡¿Cómo va a tener una puertita así?! Y yo no me había dado cuenta porque mi cabeza no piensa que eso tiene que funcionar.

Y ahí discutimos un montón e íbamos viendo entre la funcionalidad y la estética que se mantengan ambas. Estuvo bueno. Para mí fue y es un aprendizaje este viaje.

¿Qué panorama tenés del arte en Tucumán y que podes ver del Norte en sí, que similitudes?

Estudie en Tucumán y conozco bastante, tengo mucho contacto con los artistas de ahí y lo que sucede la cultura en general tienen una universidad muy buena, tiene  un tradición desde la autogestión y del movimiento estudiantil muy fuerte. todo el tiempo se generan cosas que se sostienen. Es de mucha vitalidad

Pero nunca hay una participación de las instituciones estatales u oficiales que todavía nos seguimos quejando del museo y al mismo tiempo generamos. Digo generamos porque me siento parte de los artistas tucumanos.

Tucumán tiene un dialogo muy fuerte con Buenos aires, creo que es una de la provincias del noroeste con más dialogo para allá.

Lo que veo, hasta lo que conozco en el NOA, es que  no hay una relación muy directa entre provincia y provincia.

Veo esa distancia. De hecho una amiga que trabaja en el Norte -es comunicadora, licenciada en artes y antropóloga-  en distintas comunidades me cuenta que le parecía muy extraño que estando tan cerca entre si no sepamos nada, por ejemplo de Catamarca, y ellos no sepan de nosotros porque no nos interesa, solo nos interesa lo que pasa en Buenos Aires y esas locuras de las distancias que son inexplicables.

Ustedes me cuentan de este proyecto y como lo sostienen, y esas militancias me parecen increíbles y está bueno poder fortalecer eso porque eso no sucede en otros lados donde las instituciones funcionan de otra manera.

De La Rioja no conozco mucho, no tengo una visión o un panorama y también respondo a esa lógica de haber crecido en Tucumán mirando a Buenos Aires y entendiendo nuestro panorama.

¿Planes a futuro?

En septiembre me invitaron a hacer un proyecto en Buenos Aires, y que trata sobre conocer la ciudad a través de los ojos de los artistas. Invitaron a quince artistas y a curadores internacionales. Yo vivo en el barrio de La Boca y lo elegí para realizar ahí el proyecto que es en la vía pública. Otro desafío y otro ritmo.

Tengo otro proyecto, un horno de barro con ruedas, basado en una obra pensada hace tiempo. Hecha a partir de las ruinas de la casa de un gobernador tucumano, que le decían ‘el castillo’, y que después se vino abajo. Era de estilo francés, con una torre inmensa y la historia decía que el gobernador le hizo esa casa a su esposa.

Tomé ladrillos de esa casa y a partir de ellos construiría el hornito y el techo será una réplica de la torre. Mi idea es que al abrir las puertas del horno/casa pueda contar la historia completa de la casa, la genealogía de esta casa burguesa devenida en otra cosa.

EXTRACTOS PENSANTES 

"Es una visión de país. Como norte no miramos el norte.
Tiene que ver con una situación que por ahí te generan vergüenza tus orígenes, que son 
situaciones que te marcan. Hay que pensar en hacerse cargo de las cosas propias, aunque culturalmente quizás 
no las quiero por una imposición o situación. Creo que eso está bueno poder explotarlo a nivel cultural".

"Yo no puedo pretender producir lo que se produce en New York hoy. Tenemos la capacidad de observarlo
 y tener un panorama pero mi contexto en este y mis espectadores son estos. Me parece que la movida 
del ondulatorio responde a lógicas como esas".
" A veces para otros pareciera que quizá hago algo que atrasa pero no". 

Producción y redacción: Ángeles Mendoza Herrera, Julieta Herrera.

2 comentarios en “Gabriel Chaile en el Ondulatorio – Un fan de la imagen

  1. ¡Me gustó! Llegué acá buscando información sobre «Blandengue», taller de movimiento que se dictará estas vacaciones de invierno en la Usina del arte por Gabriel Chaile. Es el mismo artista?

    1. Hola! Si, es el mismo, Gabriel vive en Buenos Aires desde hace un tiempo. Suerte en el taller y gracias por comentar :)

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